Aún a día de hoy, son demasiado pocos los halagos que merece la existencia de
Twin Peaks (sobre todo su primera temporada). Una
serie que creó escuela y que sentó muchas de las bases de las que beben las producciones televisivas de hoy en día. De hecho, sigue siendo fascinante descubrir esta
serie que, aún de estrenarse hoy en día, haría enarcar más de una ceja y dar rienda suelta a desconcertados comentarios y críticas en la red.
Tenemos que situarnos en
1990. Por aquel entonces, la oferta televisiva apenas constaba de
telenovelas dinásticas o tímidillas
series procedimentales. Y en ese desolador momento, el canal
ABC se atrevió a dar cobijo a una serie propuesta por ni más ni menos que por
David Lynch. El peculiar
director de cine responsable de rompedores
films como
Eraserhead,
Terciopelo Azul o la adaptación cinematográfica de
Dune. Estaba claro que
Lynch, junto a
Mark Frost, no mostrarían otro
refrito televisivo. Y así fue como
Twin Peaks llegó a las pantallas y nuestras vidas para trastocar los todos los cimientos televisivos con tan solo una pregunta: ¿Quién asesinó a Laura Palmer?
En apariencia,
Twin Peaks parecía no salir de los
estándares de lo ya visto (trama detectivesca, argumentos telenovelescos). Pero ya en el
episodio piloto se dejó bien claro que, como el propio pueblecito que da título a la serie, esta escondía mucho más si uno escarbaba tan solo un poco en su superficie.
Lynch y
Frost no tardaron en proponer una
mitología que caló muy hondo en el imaginario popular y que, aún a día de hoy sigue siendo objeto de acalorados debates entre los
fans. En dotar de una
personalidad envidiable a ese pueblo ficticio y sus particulares habitantes. En adorar irremediablemente al Agente Especial del FBI
Dale Cooper (Kyle MacLachlan) y contagiarnos su gusto por el buen café y las sabrosas porciones de tarta.
Aún cuando
ABC obligó a alargar la serie y infló las
subtramas telenovelescas.
Twin Peaks no dejó de ofrecer todas las
particularidades que han logrado convertirla en LA
serie de culto por excelencia. Y más teniendo en cuenta el shockeante finalazo que
David Lynch rodó sin ningún temor en el último capítulo de la segunda temporada y que dejó a todo aquel que lo vio con la boca desencajada durante MUCHO tiempo. Incluso cuando años después se pudo volver a visitar
Twin Peaks fue en forma de
precuela para conocer los últimos días de
Laura Palmer (y algo más de Dale Cooper y los misterios tras la desaparición de un compañero del FBI y las particularidades de esta organización en manos de Lynch).
Por sí solo, el regreso de
Twin Peaks ya es un gran e importantísimo acontecimiento. Pero lo es más cuando uno descubre que lo hace
25 años después de la emisión del
episodio final de la
segunda temporada. JUSTO el
mismo período de tiempo con el que el personaje de
Laura Palmer (Sheryl Lee) profetiza su rencuentro con
Dale Cooper en esa desconcertante sala de telones rojos.
Al canal
Showtime le debemos este regreso por todo lo alto:
18 episodios (TODOS ellos dirigidos por David Lynch) con los que por fin poder volver a disfrutar de esta demencial y perfecta locura en la pequeña pantalla. Y cómo no, esta
tercera temporada de
Twin Peaks se ha convertido por méritos propios en el
fenómeno televisivo del año pasado.
Hay algo
mágico cuando uno escucha la plácida sintonía de Angelo Badalamenti y lee en los
créditos iniciales Directed by David Lynch. Una de las mejores sensaciones que puede sentir un
telespectador se instaura en él hasta el último segundo de cada capítulo. Y esta tercera temporada lleva esto a extremos inconcebibles.
Por supuesto, uno debe de saber que esta serie no es para él si con las dos primeras temporadas (o ya tan solo con el episodio piloto o Fuego Camina Conmigo) ha salido decepcionado.
Twin Peaks es una propuesta demasiado particular y fiel a sí misma. Y ahora, con
David Lynch estando totalmente a las riendas del proyecto, esto hará espantar a todo espectador
mainstream que se acerque a la propuesta pensando en toparse con "otra serie más". Si tú no eres uno de ellos, pues toma asiento y disfruta de lo que
Lynch quiere mostrarte. Pues este
artista que llevaba
11 años sin tocar una cámara, ha vuelto con las pilas totalmente cargadas. Y eso se nota en cada minuto y escena de esta tercera temporada de
Twin Peaks, que perfectamente podría considerarse como la nueva película de este director.
Sin duda, se nota la libertad que le ha otorgado a
Lynch el canal
Showtime. El
director está completamente
desatado en cada uno de estos episodios (sobre todo en el 8º). La imaginería
visual y
narrativa que presentó en las primeras temporadas es llevada a inesperados
extremos. El pausado ritmo que
Lynch suele impregnar en sus obras también está muy presente en esta tercera temporada. Pero es tan buen experto con la cámara que hasta colandote una escena fija de varios minutos de un don nadie fregando el suelo te tiene mirando fijamente la pantalla.
También se añaden nuevos elementos a la ya rica
mitología de la serie (además de trabajar algo más los ya presentados). A la que incluso podemos llegar a sentir ciertos
paralelismos con lo visto en algunas de las películas más emblemáticas de
David Lynch como pueden ser
Eraserhead o
Mullholland Drive. Contribuyendo a aumentar las preguntas sobre lo que veremos en esta nueva temporada. Porque si alguno creía que
Lynch se iba a preocupar de mostrarnos un
despiece argumental de su obra, va listo. De hecho, esta tercera temporada revive las sensaciones que transmitió las primeras entrefas. Incluso entregándonos un
final tan inquietante y desconcertante como el que mostró
Lynch en el último episodio de la segunda temporada.
Twin Peaks no sería la valorada
obra de culto que es si lo diese todo masticadito al espectador, ¿no creéis?
25 años son mucho tiempo. Y estaba claro que no podíamos disfrutar del retorno al completo del reparto. Ya sea por el
fallecimiento de algunos de los integrantes (incluso el actor
Miguel Ferrer y
Harry Dean Stanton fallecieron tras terminar su participación en esta temporada) o por motivos personales. Pero aún con todo, se ha logrado que incluso esas ausencias se suplan de la mejor de las maneras. Y los viejos conocidos siguen fieles a sus
peculiares personajes o incluso
evolucionan (y para la mejor de las maneras como en el caso de Bobby Briggs).
Pero si hablamos del reparto de
Twin Peaks hay que hacerlo de sus dos grandes estrellas:
Kyle MacLachlan y
Sheryl Lee.
Es una
gozada volver a ver al bueno de
Dale Cooper tras tanto tiempo. Pero lo es aún más disfrutar del
desafío actoral que
David Lynch le preparó en esta nueva entrega. Pues su querido
Dale en realidad apenas tiene presencia en estos episodios. No es así con los otros dos tipos de personalidades que tiene que adoptar
MacLachlan. Incluso en la
recta final todo se llega a
amalgamar sin que el
actor se vea superado.
Por su parte,
Sheryl Lee vuelve a
enamorarnos y meternos el
miedo en el cuerpo según lo requiera la historia. Y su relación con el personaje de
Kyle MacLachlan alcanza un
nuevo y
emocional nivel que se deja patente en la última parte del
episodio final de la temporada.
Es imposible no sentir esta tercera temporada como una nueva dosis de
Twin Peaks. Pero lo cierto es que
Lynch ha dado un nuevo salto con este
universo. Otorgándole
nuevas dimensiones. No solo me refiero a lo concerniente al tema
cosmológico que se trae la serie. Hablo, sobre todo, de la gran magnitud
geográfica que obtiene el relato gracias a estos nuevos episodios. Ya no solo estamos limitados al cándido (a la par de siniestro) pueblecito que da título a la serie. Esta tercera temporada lleva a los
personajes y
situaciones a más lugares de
Estados Unidos. Aunque cada episodio tiene tiempo para ampararse un poco en ese peculiar
microcosmos al que se le añade envidiables participaciones del mundo musical. Esta temporada es totalmente fiel al "ADN" de la serie y no teme aportar algo de esas
subtramas telenovelescas que tanto podemos cuestionar de las dos primeras temporadas, pero sin las que
Twin Peaks no alcanzaría ese mimbre
kitsch que tanto se ha arraigado en la
idiosincrasia de la serie.
Podría parecer que la mitad de la temporada se
estanca. Seguramente todos coincidan en que es por la trama de
Dougie. Pero si uno se molesta un poco en pillarle el punto puede que la disfrute como la
clara y
mordaz crítica que
Lynch lanza sobre la sociedad actual, el mundo empresarial y las relaciones humanas. Esta
trama también viene a imponer el inconformismo del propio
Lynch a no atarse ni amoldarse a los parámetros habituales de la
televisión. Porque, sin duda, esta nueva temporada de
Twin Peaks, resulta ser de lo más
necesaria y
refrescante para el panorama televisivo
actual. El verdadero
Retorno de una gran serie que seguirá dando de qué hablar durante mucho más tiempo aunque
Lynch y
Frost no realicen una nueva temporada. Porque
Twin Peaks no busca ser simplona y condescendiente para con el espectador.
Twin Peaks busca a espectadores que no se frustren con preguntas que quizás no necesiten respuestas. Que no teman escuchar a un leño o adentrarse en una sala roja fuera del Espacio y del Tiempo para compartir una taza de café con entidades que hablan y bailan al revés. Porque así es
Twin Peaks y así es como queremos que sea.
Lo Mejor: Volver a tener Twin Peaks.
Lo Peor: Volver a quedarse sin Twin Peaks.